martes, 15 de mayo de 2012

Cuando dejé de esperar...

Cuando dejé de esperar es cuando lo tuve
Hace unos años, pocos, encomendándome a esas fuerzas del universo tan de moda actualmente, pedía para calmar mi inquietud  la virtud de la paciencia. No la del día a día que para mi estado natural sería un reto al que tampoco aspiro, si no a la del largo plazo: la de callar, observar y analizar mis intuiciones.  Quienes vibran en mi mundo desde antaño (con mis años, ya lo puedo decir) saben que lo he ido logrando; cierto que con lágrimas y ayuda, a veces en demasía... He descubierto así equivocaciones, las mías por supuesto y sin ninguna duda las más importantes, pero también las de los falsos "gurús" que proclaman en falso y deslizan sobre los demás sus propias fustraciones.
Hay aspectos que aún debo equilibrar con cada tren y estación:
- ¿Por qué sigo arriesgándome, subiendo a cada tren, cuando de antemano (aunque ya habiendo validado el billete, eso sí) sé en qué estación descansará?  En cada parada que realiza se va disipando la nebulosa y se visiona el destino final. El tren lo duda, lo niega, intenta confundir el camino, pero el SOL se abre camino y radiante me alumbra.
- ¿Por qué dejo que el tren decida llevarme hasta su destino si soy consciente que habré de abandonar el vagón?

Quizás he decidido que no pare el tráfico y se conforme achacándome la falta de paciencia que en realidad es la suya. Quizás soy inconsciente y no consciente y deseo añadir esta virtud a mi lista de defectos manteniéndola como forma de darle vida al espíritu.
Aunque últimamente he descubierto que me produce un placer enorme ver que "Cuando dejo de esperar es cuando lo tengo" y entonces ya no quiero ese tren, no es capricho, ni orgullo, ni reproche, es que he subido a un nuevo tren, descubriendo otros paisajes y aprendiendo más caminos. Ni siquiera es desafío, ni nuevo reto de conquista. Es retar el dicho que  sólo existe un tren que puedas coger para sentirte viva, que nos han engañado. Que todos los trenes son válidos y que en todos ellos hay que aprender a acomodarse. Que siguen pasando hasta que dejamos de respirar. Que decides bajarte y esperar al siguiente o seguir el trayecto en la cómoda butaca que te mantiene en el momento mientras balanceas la vida. A veces puedes escoger, a veces el tren escoge por tí, se para y te expulsa para recibir nuevos pasajeros. ;-)
Igualmente en el durante, con mi nueva paciencia, decido ser feliz. Escucho a la intuición pero no siempre deseo hacerle caso y obviándola con mesura descubro otros mundos. Otro tren debe parar, o no...

Iuska-15 de maig de 2012